Número 55: julio a septiembre de 2022

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Revista CEMCI - Número 55

Ocio: Cartas a P (IV): Comerte

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Cartas a P (IV): Comerte

Hemos vuelto P y yo de unas largas vacaciones que nos llevaron a recorrer diferentes esquinas de nuestro mapa cercano. A pesar de los fuegos iniciales por el cambio y la premeditada sorpresa, pasados unos días solo queríamos otra vez un poco de rutina y que el calor terminara de una vez por disiparse. O sea, al contrario que el relato de Monterroso; abrir los ojos y ver que el dinosaurio ya no estuviera allí.

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Recuerdo tocar tierra nazarí con ansia; de que mañana todo hubiera vuelto a la normalidad, deseando incluso que fuera necesario aferrarse a un paraguas para salir de casa. Aún tengo en el debe aquel domingo, principalmente porque ambos los odiamos en demasía. Siempre cuento, como un cierto aforismo vital, que el último día de la semana, como las ferias de los pueblos en verano, son para niños y jubilados. Bueno, si me apuran, para parejas en ciernes. Da igual si la tarde es buena, nevada o tienes el mejor plan entre manos, no importa, llegará el momento de regresar a casa abrumado por el tedio, descalzarte, ver que no hay nada en la nevera, coger el último yogurt, sentarte frente al televisor y tratar de encontrar una película en alguna plataforma -la cuál no encontrarás- mientras terminas acurrucado en el sofá. Total, que para eludir todo aquel desánimo que nos sobrevenía, agudizado además por el tórrido clima, decimos salir a tomar algo. Nos sentamos en una terraza, nos apontocamos y parapetarnos cubriendo nuestro botín. Nos aferramos al deseo de que nadie nos movería de allí hasta que los camareros nos echaran a gorrazos cansados de esperarnos y de servirnos ingentes cantidades de vino.

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Casualmente, mientras el reprís del viaje seguía latente, recordamos los últimos días que habíamos pasado en Roma. En esta ocasión se nos ocurrió descubrir eso que con tanto ahínco pasea por el argot italiano: el Ferragosto. Este básicamente es, como su nombre indica, la feria de agosto, en el que el día culmen es el quince de ese mes. Ya se puede atravesar Vía del Corso, llegar a Agripa o saltar hasta Monti, que allí, con suerte, ves pulular hordas de nadería. Todo cerrado. Solo uno es capaz de encontrar, con suerte, la agreste indiferencia. No negaré que hubiéramos estado en mitad de una ciudad fantasma, aunque sí es cierto que un algo hay, pero, como es de esperar, son turistas. Viandantes que, desnortados, son fáciles de identificar y diferenciar del local. La prueba irrefutable es que todos van calle abajo con la boca abierta mientras con las cabezas erguidas miran entre los recovecos de los edificios. Los romanos en cambio huyen a las villas, a la playa o a la campiña, o sea, a aquel lugar alejado de la ciudad unas decenas de kilómetros, justo la distancia exacta en donde las chicharras son capaces de escuchar su propio eco. Escapan del caos, del asfalto, de la bella suciedad -oxímoron quizás-, del fin de la canícula… Dicho sin tanta sinécdoque, descansar.

A nosotros, durante esos días, nos parecía algo increíble. Sin embargo, sentados saboreando la brisa de los días finales del verano granaíno, recapitulamos en todo aquello, aunque esta vez sin tanto espasmo. Veíamos las plazas desiertas. Los bares de siempre cerrados. Caras poco conocidas a nuestra alrededor e incluso tertulias que, en su mayoría, se daban en otros idiomas. Nos dimos cuenta que, aun separando cientos y miles de kilómetros entre ciudades, historias y cultura, el germen original seguía ahí. La forma de ser, el entender la vida y el afrontarla. Como se ha mencionado tantas veces; que el año empieza en septiembre y que la larga despedida de los meses estivales se produce huyendo a Salobreña, Motril, a otra región o capitulando lentamente observando como los estudiantes atiborran nuestra ciudad. Es solo una forma más, un método nuestro, del sur, de una costumbre que sin habernos dado cuenta seguimos perpetuando, ya sea sentados frente al Tíber o al Darro, con un Spritz o con un vino del terreno. Eso sí, mientras cavilaba todo esto levanté la mano, miré al camarero y pedí otra ronda; dispuestos a comernos, perdón, devorar otro año, que sea con tapa, claro.

Ignacio J. Serrano Contreras

Revista CEMCI

La Revista CEMCI es una publicación trimestral del Centro de Estudios Municipales y de Cooperación Internacional, Agencia Pública Administrativa Local de la Diputación de Granada.

Revista CEMCI - Número 55

ISSN 1989-2470

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