Número 54: abril a junio de 2022

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Revista CEMCI - Número 54

Ocio: Cartas a P (III): Tropo caldo

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Cartas a P (III): Tropo caldo

Admitámoslo, no hay forma supina de aguantar esto. Y sí, hablo del calor, como no. El otro día llamé a P. Lleva un tiempo más calmada, aunque con este tiempo ya se sabe; todos nos ponemos un poco iracundos. Le dije que no le diera vueltas a todo aquello, que ahora los veranos eran así. Que ya no había días en los que poder salir de casa antes de los ocho, y eso con suerte. El calor en la ciudad es abrasador. Pareciera como si los pies terminaran engulléndosete por el asfalto. El aire, de haberlo, te quema la cara, y si, por el azaroso destino se ocurre ir por alguna arteria central, más te vale que saltes de ginkgo en ginkgo como aquel dicho de la ardilla y la vegetación española; de cabo a rabo. Total, un caos.

Ocio

Le insistía por teléfono a P, muy angustiada por el sofoco atmosférico de anoche, que los veranos ahora son otra cosa. Que son tiempos para resetear la vida y añorar un nuevo año. Uno de esos nuevos años que, ya desde hace tiempo, nos hemos acostumbrado a que empiecen en septiembre. Y gracias de que así sean. Asumo, y así se lo transmito, que los veranos no son un periodo estacional, mucho menos un espacio físico. Ella me entrecorta el soliloquio para decirme que quiere irse al mar, a la montaña, al pueblo, a otro país, dónde sea, pero que hay que escapar de aquellos muros de hormigón sin mirar atrás.

Le digo que sí, que cuando quiera, pero eso no será útil. Sigue contrariada, pero al menos asiente -o eso creo, porque está a una decena de kilómetros- ante la cruda realidad.

Ocio

Si se fijan los veranos no existen. Créanme, no existen. El estío, y con más aplomo la canícula, son solo periodos para olvidar, periodos para añorar y periodos para volver a empezar, no hay más. Los veranos no son colchones en el suelo, no son gritos en las calles de niños jugando, no son chapuzones en la piscina, no son largas mañanas de correrías hasta que las chicharras te reclamaban volver a casa, no son eso. No son una terraza de un bar, una cena a las once de la noche, un ventilador que buscamos con la cabeza mientras gira, una siesta de horas, un vestido fresco para la noche, una piel quemada, arena y salitre en los bolsillos, viajes eternos hacia…, vuelos, caminatas, salmorejo, besos y romances de…, abuelos y familia de allá en el pueblo, horas muertas, cines al aire libre, verbenas, puestas de sol, candiles, ropa corta... No, lo siento, eso no es el verano. Porque el verano no está allí, sino aquí. El verano está en el lugar al queremos ir, o al lugar al que siempre queremos estar yendo, al lugar que vendrá, ese es el único verano que existe, el verano como punto de volver a. Después, cuando llegue septiembre lo sabremos, y volveremos a pensar en él, como si no fuera nunca a llegar, como si no hiciera calor, como si la piel no se te achicharrara, como si, a partir del final de junio los días no empezaran a ser más cortos, como si la vida en realidad no fuera eso que nunca podremos alcanzar.

Y así estamos, viviendo otro verano más, hasta empezar el año, con orden, rutina, madrugones, desayunos en familia, prisas, noches largas, fríos que llegan y, sobre todo, verano, el que está aquí y no allá. El que nos persigue, el que nunca vendrá, el único que permanece cuando ya no está.

Ignacio J. Serrano Contreras

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La Revista CEMCI es una publicación trimestral del Centro de Estudios Municipales y de Cooperación Internacional, Agencia Pública Administrativa Local de la Diputación de Granada.

Revista CEMCI - Número 54

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