Primigenio
En estos tiempos de vicisitudes, reivindicaciones, volantazos en la historia, no está de más mirar hacia atrás y reconocer esa máxima que nos ha traído hasta aquí: “Caminamos a hombros de gigantes”. La frase, atribuida a rimbombantes nombres como Isaac Newton o Juan Salisbury, refleja la idea abstracta de que el camino hasta aquí solo es posible porque no es preciso volver sobre nuestros pasos, sobre aquellos saberes ya aprehendidos. Esos hombres y mujeres que nos auparon hasta aquí, son todos y cada uno de los que al ver el muro, decidieron estrellar su cabeza en él para que, al llegar nosotros, solo tuviéramos que atravesarlo mirando al frente. En este particular tiempo, donde todo parece que acaba de hacerse, merece la pena rescatar figuras que hace ya siglos dejaron el camino andado. Quizás, si se habla de Juan de Sessa nos descoloquemos. Quizás, si se insiste, hablar de Juan Latino, algo se aclara el horizonte y el ducho lector empiece a atar cabos.
Juan Latino fue literato y profesor de la Universidad de Granada. Entre las loas que su estampa recibió se encuentran desde Lope de Vega hasta Cervantes, que en nuestro venerado Quijote, le dedica unos versos al comienzo del mismo. Incluso, el dramaturgo Jiménez de Enciso, escribe una obra en la que el propio Latino es el protagonista. Todas estas reseñas pueden quedarse vacuas si no se tiene mucho conocimiento de sus trabajos y aportaciones, pero quizás, si se añaden las variables de que fue un ciudadano que nació con la condición de esclavo o que su raza, la negra, no era la tónica general del siglo XVI, estás sirvan para entender su papel en la Historia.
Latino nace a principios del siglo XVI (¿1518?) y muere, sin fecha exacta datada, en torno a los últimos años del propio siglo. Su encomiable figura se desarrolla durante la época más prolija de nuestro país; los reinados de Carlos I y Felipe II. Su vida estará marcada desde el nacimiento, al tomar de cuna la condición esclava que su progenitora tenía. Su madre se encontraba bajo régimen de servidumbre del Duque de Sessa, sucesor del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba. En palabras de la profesora Aurelia Martín, las altas capacidades de nuestro personaje lo convertirán en la vieja y otrora historia del esclavo que, con su valía y esfuerzo, alcanza su libertad. Latino destaca por ser de los primeros autores de raza negra que escribe en latín, además ser el primer profesor y doctor de esta raza que consigue una cátedra dentro de la universidad española. Además, y como dato significativo, el profesor Latino contraerá matrimonio con Ana de Carleval, convirtiendo esta unión en una de la primeras legales entre un hombre de raza negra y una mujer de raza blanca dentro de la Península Ibérica.
Latino abre la senda de la que hablaba Newton, aquella de ser el primero que con su ímpetu trata de resquebrajar el muro para poder auparnos a ver el horizonte. Su vida sirve para replantear algunos de los estereotipos que se siembran sobre la historia, con especial mención a aquello que se conoce como leyenda negra española. De hecho, si se ahonda dentro de este discurrir histórico, Isabel La Católica es la primera –como recoge su testamento- que ya en aquella época plantea la igualdad legal y divina –véase las Leyes de Indias-: «Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien».
Ignacio Jesús Serrano Contreras
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Revista CEMCI - Número 47
ISSN 1989-2470
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