Granada es cine
Vivir en la era de las pantallas es duro. Se intuye –con más pena que gloria– que la Pantallocracia ha llegado para quedarse. Solo hay que pensarlo 5 segundos, tocarnos el bolsillo y caer rendidos a sus pies. Somos presos de un mundo atrapado en otro, el que se proyecta a través de la infinidad de artilugios con pantalla de los que estamos rodeados, desde el móvil, pasando por la TV o descendiendo a sus orígenes; el cine.
Hace un par de números en esta misma sección hablamos sobre la influencia y capacidad, de un famoso granadino denostado por el tiempo, que puso los cimientos para encumbrar al único arte que aún estamos criando y que en cierto modo hemos visto crecer en nuestro brazos. El citado Val del Omar fue uno de los genios que ha dado ese ejercicio de luces y sombras que juguetean al otro lado del patio de butacas.
Los nexos y las analogías continúan cuando repasamos la importancia de este séptimo arte. Desde que los hermanos Lumière impusieran su modelo de proyección cinematográfica, adelantándose a los avances técnicos que presentaron ilustres como Thomas Edison, el mundo y su expresión más contemporánea han cambiado mucho. En sus orígenes ir a una exhibición cinematográfica conllevaba demasiados sobresaltos, ya que era un ejercicio de fastuosa sorpresiva. Muchos de los que acudían a aquellas primeras proyecciones, en los que la oscuridad era reinante, se atemorizaban al pensar que el tren, que previamente había sido captado por el artilugio de los Lumière y, que salía despavorido en la pantalla hacia ellos, podría llegar a alcanzarlos. Más de una carrera y respingo en el asiento provocó todo aquello.
La reflexión que anuda todo este sino, parte de la idea de que el cine se concibió como un espectáculo; un desasosiego y no un ejercicio fastuoso de tener prendado de forma incesante al espectador. Progresos tales como los impuestos por la revolución digital, propician que los trabajos de exhibición y realización disminuyan los costes y aumenten los beneficios, a la par que por desgracia se reduzca el grandilocuente encanto; el de sentarse durante algo más de una hora y media a disfrutar de una historia que tiene principio y fin, que no necesita de constancia y que busca en primer lugar oxigenar el día a día.
Como digo el principal problema está en ese aparatito que nos acompaña en las duras y las maduras, el móvil. De ahí en adelante el encanto muere. La gracia a todo esto la pone la tradición, la prestidigitación y el buenhacer. Muchos aún se preguntaran que por dónde van los tiros, pero es fácil, se llama 35mm y se impone a la dictadura digital.
En la Carrera de la Virgen, justo detrás del centro desde dónde se destilan estas palabras, se mantiene un Don Quijote que por suerte está en Granada y por desgracia es el único cine de España que no se ha envainado a las proyecciones que llegan en discos duros o servidores que permitan la emisión de un producto cinematográfico que carezca de formato físico, o para ser más exactos, carente de bits, de ceros y unos.
Granada ha sido una ciudad de cine por diferentes motivos. Por localización, por historia, por cultura, por memoria, pero también por la capacidad y el interés que mostraban sus ciudadanos por esta expresión que sigue engatusando a propios y extraños. Según un estudio realizado por la propia Universidad de Granada, en la ciudad han llegado a contabilizarse más de 50 espacios donde se proyectaban y exhibían películas. Allí se sumaban desde espacios al aire libre, eventos o cines cubiertos. Se cubrían cuotas de espectadores en distintos emplazamientos de la ciudad, desde el famoso Cine Los Vergeles al aire libre, pasando por Cines Centro, Cine Albaycin, Cine Capitol o el Madrigal.
Hoy día las cosas han derivado hacia otros lares. Los ejercicios cinematográficos se han alejado del centro de la ciudad, y se han engendrado los denominados como Multicines, que exportan sus delicias a los centros comerciales, en los que se busca una experiencia muy distinta a la de antaño; un pack completo donde la oferta va más allá de la simple experiencia audiovisual.
Las labores de divulgación de este arte por las zonas céntricas se siguen realizando con eventos, festivales y cineclubs. Actos como el realizado por Granada Paradiso, el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores, los ciclos que realiza la Fundación Caja Granada, así como el Cineclub Universitario, siguen manteniendo viva la esencia de una ciudad que aún palpa y rezuma celuloide, así como gusto por este fastuoso ejercicio artístico conocido como cine.
La Revista CEMCI es una publicación trimestral del Centro de Estudios Municipales y de Cooperación Internacional, Agencia Pública Administrativa Local de la Diputación de Granada.
Revista CEMCI - Número 37
ISSN 1989-2470
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