Número 32: octubre a diciembre de 2016

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Revista CEMCI - Número 32

Ocio: Granada; puerto de estrellas (I): De la primigenia a la Movida.

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Granada; puerto de estrellas (I): De la primigenia a la Movida

Cuando Boabdil “el chico” se vestía de grana y tesón, sus tamborileros impregnaban la ciudad con su magia, relinchando las baquetas en aras de llamar la atención de todo rezagado que se encontraba en las musarañas, sin ser consciente de que la historia estaba pasando ante sus ojos. Esos mismos ojos que se colmaron de llantos cuando de camino a las Alpujarras, miraron la ciudad por última vez. Esas pupilas vidriosas dieron para sembrar varios ríos de tinta, que acabaron por cobrar sentido siglos más tarde en las profecías de Lorca;

“Granada está hecha para la música, porque es una ciudad encerrada, una ciudad entre sierras donde la melodía es de vuelta, ilimitada y retenida por paredes y rocas. La música la tienen las ciudades del interior. Sevilla y Málaga y Cádiz se escapan por sus puertos. Y Granada no tiene más salida que su alto puerto natural de estrellas”

Los imaginarios han ido sucumbiendo lentamente hasta que los designios más evangelizadores, han mostrado a la única ciudad con nombre de bomba , como un reducto de implosión perpetua de arte en todas las escenas.

La ciudad, sus alrededores, y ese manto que se desplaza desde las colinas y los edificios bermejos, moldean un semblante peripatético de perenne poesía por lo habido y por haber. En esta idea, pero con distinta teoría, divagaba Antonio Enrique. Él rescata los poderes místicos del Darro y, cómo este, que baja con oro y plata, incide para que en los bancales que lo flanquean, la gravedad haga menos presencia, y eso tienda a la ensoñación.

Solo hay clara una respuesta, y es aquella que la historia ha querido contar. Desde Manuel de Falla –por poner un eje en órbita–, con esas influencias jondas de las que Lorca también bebía, se ha ido moldeando un cuento de nunca acabar entre la ciudad, las letras y la música, en pro de una simbiosis perfecta.

En esta ocasión quisiéramos centrarnos en esa parte de la música que empieza a crecer en la segunda mitad del siglo XX. Evidentemente hablamos de rock and roll, y toda esa serie de subgéneros y estilos que han ido evolucionando y cambiando hasta nuestros días y, que vulgarmente llegamos a conocer cómo Rock, Pop, así como un largo etcétera, cargado de entresijos que se hacen y deshacen.

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Como no podía ser de otro modo, Granada nunca ha estado a la cola de las vanguardias y siempre ha tratado de situarse en el cenit de ellas. De aquí surgen distintos precursores del gen granaíno, que con el paso de los años, han trazado este genoma común que hace tan identificable al duende de Graná.

Cuando The Beatles ya movían sus cabelleras rimbombantes por Liverpool y antes de que Woodstock se convirtiera en legendario, en Granada se dejaban ver los primeros reflejos de este gen. Fue a finales de 1958 cuando una chica nacida en la Calle Fábrica Vieja –perpendicular a Plaza Trinidad- y bautizada por su hermano con el nombre artístico de Gelu, gana con trece años, el concurso de Radio Granada. En este momento da el primer paso hacia el trepidante mundo de la música, allí convergirá años más tarde con otra banda mítica del rock español como era Los Mustangs. La joven chica granaína se catalogó en ese movimiento que se conoció como el de las ye- yé.

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Mientras, en Granada, comenzaban a tener cabida los primeros apuntes de la génesis musical de los próximos años. Así surge un grupo legendario como Los Ángeles, durante un tiempo, conocidos como Los Ángeles Azules. Una vez suprimido el color celeste, la vida de Alfonso González – Poncho-, Carlos Álvarez, Agustín Rodríguez y Paco Quero se transformará. Este cuarteto emerge en el panorama musical nacional desde un lugar como Granada, que basaba parte de sus señas en las acrobacias genuinas flamencas del lugar. Los Ángeles crecerán grabando para Hispavox y versionando a grupos como The American Breed.

En estos años de cisma y corriente política en busca del aperturismo, distintos jóvenes probaban suertes con un ímpetu irreductible. Este fue el caso de Miguel Ríos Campaña, más conocido como Miguel Ríos. El chico que creció en el barrio de la Cartuja influenciado por el tupé engominado del rey del rock, se propuso convertirse en el dueño de la corona patria de estas lides. Su talento no pasará desapercibido en la radio de la ciudad, ni tampoco en Philips que le graba su primer EP en 1962. Su trayectoria comenzó de un modo fulgurante, manteniéndose constante durante los años, retratándose como uno de los gurús musicales no solo de esta ciudad, sino del conjunto del país.

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Nuestra emblemática urbe coqueteaba y a su vez daba cobijo a los distintos movimientos musicales que pululaban por la modernidad, aunque sin dejar de lado sus orígenes más tradicionales. En ellos resaltará un joven llamado Carlos Cano. Acompañado por su guitarra y esa voz tan característica, decide adentrarse en el mundo de la música a su vuelta de esa diáspora de trabajadores españoles que decidieron labrar su futuro lejos de nuestras fronteras. En 1969 crea el Manifiesto Canción del Sur, abriéndose hueco en un país que necesitaba sonidos de libertad entre tanto desasosiego por el eterno rumbo del país. Cano alzará su voz entre guitarras, compases y filarmónicas –como la de Londres–, hasta convertirlo en uno de símbolos más remanentes del cambio que España estaba viviendo.

Son los 70, y España y el mundo viven una época de Transición. Las esperanzas que se dibujaron en la París y la Praga del 68, junto a la confección de movimientos contraculturales y políticos, como el movimiento hippy o el ecologista escarbarán la senda para que la desafección y el desencanto tengan cabida. Así surgen estilos como el punk, libre de toda norma y que huye de los esquemas establecidos. Granada, que nunca se ha sentido cola de ratón, fluye gracias a una serie de bandas que liman sus desasosiegos en estos derroteros. Así aparecen grupos como TNT que primeramente bulle en Huétor Tájar, para más tarde trasladarse a la gran ciudad donde se consolidan, ya con una nueva formación y con base en una de esas dinastías míticas para la ciudad. Entre los Morente o los Amaya, también se dejarán ver los Arias, grandes exponentes del garbo de Graná. Uno de los hermanos Arias – Jesús–, junto a José Antonio García, darán forman a este precursor de la escena punk española. Tocando rueda junto a TNT, aparece KGB. Otro de los primeros séquitos de punkis granaínos, y que tenía entre sus filas al tamborilero oficial del reino, Eric Jiménez.

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Entre tanto ruido de púas discordantes, baquetas que se destrozan y sinfonías que rompen con el ambiente flamenco del Sacromonte –lugar donde muchos bisoños conjuntos se acercaban a ensayar y dar sus primeros pasos entre las cuevas–, se produce uno de los mayores éxitos del rock patrio. 091 acaba de romper la senda pausada y es lanzado hacia la galaxia musical con total éxito. Su segundo sencillo se aguardará con especial recelo, ya que es producido por Joe Strummer. El cantante de The Clash se enamoró de Granada y comenzó a hacerse un asiduo de ella, hasta el punto que en el disco London Calling, concretamente en la canción Spanish Bomb, Strummer canta: “Granada, oh ma corazón”. Esta mezcolanza permite a la formación compuesta por José Antonio García, José Ignacio Lapido, Tacho González o Antonio Arias, dar el cariz excelso que el grupo y el disco Más de cien lobos se merecían.

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Los últimos estertores del régimen empezaban a pasar a mejor vida. Los jóvenes querían salir y disfrutar de lo que había en la calle. Este éxtasis llega en los 80 con la Movida. Mientras en el resto de España el periplo se convertirá en el reflejo del deseo, en la calle Obispo Hurtado se cuece a fuego lento el caldo de cultivo de las próximas décadas. En 1983, un chico de Jaén; – Villanueva de la Reina–, que había venido a estudiar a la facultad de letras, decide abrir junto a otros dos amigos, uno de los lugares más emblemáticos no solo de la ciudad, sino de los exponentes de música underground y alternativa del panorama nacional. Juan Antonio Peinado Marfil (Juan Planta), Mariano Martín y Miguel Benlloch, fundan el Planta Baja, convirtiéndose en un centro de peregrinaje para todo aquel que buscaba no un satélite de la Movida, sino una estrella más de la cultura de este país.

Revista CEMCI

La Revista CEMCI es una publicación trimestral del Centro de Estudios Municipales y de Cooperación Internacional, Agencia Pública Administrativa Local de la Diputación de Granada.

Revista CEMCI - Número 32

ISSN 1989-2470

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